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Libertad de expresión y formas de expresarnos (Sept 2017)



Este texto servirá para una reflexión conjunta y posterior debate, el 28 de septiembre, a las 19:30 h, en Triki Traku (C/ Río Arga 36-38, Rotxapea-Iruña). Te esperamos, eskerrik asko!!

Introducción

Vivimos una realidad marcada por la fragmentación social, la precariedad de los itinerarios vitales, la compartimentación de las luchas y la centralidad de la comunicación. Los viejos sujetos (como la clase obrera, en su día) y las viejas verdades (ahora despreciadas como ideologías) ya no tienen lugar. En este contexto, existe un pseudorreconocimiento formal de la libertad de expresión, aunque totalmente mediatizado por relaciones de poder y por la dominación social y/o económica (capitalismo, patriarcado…).


En los últimos años, este reconocimiento formal de la libertad de expresión se ha ido poniendo en cuestión progresivamente. Son de sobra conocidos los ejemplos de persecución explícita por este motivo. Partiendo de esta realidad, conscientes del debate existente en la sociedad y de su complejidad, trataremos de abordar la libertad de expresión en nuestra sociedad en un sentido amplio, más allá de lo antirrepresivo. Hace falta que ampliemos el marco y que busquemos también la autocrítica. Por ello proponemos los siguientes puntos, en los que el análisis y la propuesta de soluciones van de la mano.

1. Cómo expresar lo esencial, en un mundo complejo, sin simplificar o banalizar.

Estamos en un mundo complejo, que no podemos abordar con un pensamiento simple. Sin embargo, esto nos lleva a complejizar nuestro mensaje, un mensaje que se vuelve múltiple, y parcial, y disperso. Esa multiplicidad de causas se plasma en multitud de propuestas e iniciativas. Todas ellas ciertas y difíciles de jerarquizar sin que parezca que alguna queda secundarizada. En este reino de la opinión, cada uno tiene sus verdades, siempre múltiples. La multiplicidad y la dispersión dificultan la llegada de nuestros mensajes y la parcialidad los enturbia todavía más. Cuando lo que decimos es solo una parte (la que creemos que nos conviene), la verdad se convierte en verdad a medias, por aquello que calla. Este es el caos en el que nuestro mensaje está condenado a ser uno más, indistinguible e incapaz de prevalecer.

Para salir de esta parcialidad es necesario reencontrar lo “sencillo”, que no es lo “simple”. Hay que enunciar y hacer valer la capacidad crítica de ciertos pensamientos “sencillos” que pueden arraigar en cualquier persona, independientemente de aquellas circunstancias vitales que nos alejen de una comprensión íntima de los mecanismos que rigen la sociedad actual.

2. Los nuevos medios. Nuestros medios.

Respecto a los medios de expresión, resulta evidente su acelerada evolución y tecnologización. Los nuevos medios relativizan la utilidad de los antiguos, a veces hasta la obsolescencia. Cada uno de los nuevos medios está más tecnologizado lo que le confiere más componente de capital. La posibilidad de hablar con todo el mundo equivale a no hablar con nadie y/o hablar con la parte más externa o más banal de cada quien. Empeñamos demasiados esfuerzos en competir en el terreno de los medios (“nuestro” periódico, revista, radio, televisión…), un terreno muy hostil. Aunque necesitemos algún medio emisor, nuestros esfuerzos y competición hay que plantearlos en el terreno del contenido de nuestros mensajes y las formas de presentarlos.
3. Cómo romper la disyuntiva libertad/seguridad.En la relación evidente del dueto libertad/seguridad, colectivamente nos hemos dejado inducir para aceptar una merma en nuestras libertades a cambio de una supuesta mayor seguridad. No obstante, frecuentemente tratamos con un excesivo desprecio el término “seguridad”, discurso que puede satisfacernos, pero nos aleja de la mayoría. Nos hallamos ante otra cesión de términos al capitalismo, que ha desfigurado la idea de seguridad, basándola en lo militar-policial y no en la búsqueda de escenarios de justicia social, educación, cultura… Todo ser humano busca seguridad, lo cual no tiene nada que ver con el control social sino con el afianzamiento de unas condiciones materiales de vida. Se trata de la consigna de “Pan, trabajo (digno), techo e igualdad”, a la que habría que añadir acceso a la educación, a la sanidad, a un ocio enriquecedor, etc. Esta seguridad posibilita un crecimiento personal y colectivo y no supone una restricción de nuestras libertades, sino al contrario.

4. ¿Vive la “izquierda” presa de la corrección política? ¿Es mojigata?

Dentro de lo que llamamos “izquierda” existen numerosos clichés que configuran una corrección política u otro pensamiento único, cuyo cuestionamiento choca con una hostilidad ambiental. De esta forma, en ocasiones, negamos de facto la libertad de pensamiento y de expresión, creando una dinámica similar a la que criticamos del poder. Además, partimos de la convicción apriorística de ser adalides de los valores (moral, solidaridad, ética…), una posesión que al ser dada por hecho no invita a buscarla y ganársela en cada tema y situación. Así, nuestra capacidad de escandalizarnos ante ciertas expresiones más o menos provocativas, va aumentando, lo que podría significar cierto enmohecimiento y conservadurismo dentro de la izquierda. Sin embargo, de nada servirá garantizar la libertad de expresión sin ser capaces de generar pensamiento libre, libre de la colonización del capitalismo y de los clichés y la corrección del ser de izquierdas. Por ello, debemos favorecer y consolidar espacios y dinámicas generadoras de pensamiento crítico que nos permitan superar las censuras y prejuicios que anidan en nuestras cabezas.



5. ¿Cuándo perdimos la calle? ¿Cómo recuperarla?

El espacio público tiende a ser cada vez más aséptico, política y socialmente (lo cual tiene un sentido político muy claro a favor de lo establecido). Cada vez queda menos espacio para la libre expresión de ideas. La calle no es un espacio amigo en el que nuestras expresiones políticas sean bien acogidas, ya no. Tal vez, esta situación la hemos provocado con determinadas formas de actuación y sólo podemos superarla con esa recuperación de frescura, la cual se definiría en dos vertientes. La primera, mayor aceptación a la expresión de diferentes ideas sin sentirnos vulnerables por ello. La otra, buscar fórmulas por las que se entienda, acepte e incluso se valore nuestra presencia en la calle.

Algo de esto supuso el 15M que llevó a compartir espacio a gentes de movimientos sociales con gentes menos politizadas, a la vez que resultaba ser un movimiento que experimentó y trató de buscar vías de expresión alternativas al ruido, a la imposición… El llamado “aplauso silencioso”, más allá de la opinión que nos merezca a cada cual, fue sin duda, una búsqueda.

Así, recuperar frescura y recuperar el espacio público significan recuperar un discurso reconocible, no excesivamente secundarizado ni despegado del sentido común (sin dejar caer a éste en sus elementos acomodaticios y retardatarios). Esto es fundamental para no quedar fuera de tiempo y lugar, tanto por los temas abordados como por la forma en que lo hacemos.

6. La vorágine nos relega a los márgenes. ¿Es el silencio una opción?
Nos atrapa la vorágine de información, opinión y propaganda, formamos parte de ella, en competencia. El poder genera una dinámica que nos interpela todo el tiempo, en la que nos invita a participar, buscando que no callemos ante el acontecer acelerado. El espacio de lo opinable queda claramente marcado: somos libres de expresar lo que no tiene ningún interés que expresemos. Es una incitación a ser nosotras mismas, a construir nuestro estilo personal (aunque nos vendan productos producidos en serie para ello), pretenden que desarrollemos nuestra propia marca, que seamos un sujeto corporativo individual entre millones que compita en un amplio abanico de inocuas ofertas que consumir. Mientras nos encierra en esa marca, tanto individual como colectivamente, entramos en lo previsible. Este contexto hace que cualquier mensaje que lancemos sea uno más, al mismo nivel que cualquier otra tontería u opinión personal. Nos sitúa, por tanto, en una marginalidad en la que no tenemos ningún atisbo de capacidad.

En este escenario, debemos defender un espacio para el silencio, el reposo y la reflexión, logrando que nuestro silencio esté hecho de presencia y que se sume y se deje oír. Solo desde ahí podemos salir de la vorágine. No tenemos la obligación de tener que manifestarnos ante toda interpelación del poder. En la inmensa mayoría de los casos, nuestra posición no va a ser necesaria y en el caso en que creamos que podemos aportar, hacerlo con toda la intensidad y en todas las formas que tengamos a nuestro alcance. Nuestras posibilidades no están en la cantidad de mensajes que seamos capaces de emitir sino en los contenidos y en la capacidad de llegada.

7. Cómo recuperar la credibilidad: (I) contenidos y coherencia

Tenemos que hablar desde lo cercano, desde lo que las personas concretas viven, no desde lo que los medios cuentan. Adquirir veracidad, acercarnos a la verdad y la razón, que no sean las nuestras sino las que pueden hacerse comunes; que no se dirigen a nuestros entornos y son dichas para reafirmarnos, sino que buscan la cercanía con quien es diferente. Desde lo cercano y concreto hemos de transcender a lo general, que es el capitalismo como sistema injusto y desigual. Sin embargo, de nada sirve justificarnos considerándonos anticapitalistas, ya que el capitalismo se compone de competitividad, de desarrollismo, de despilfarro y de individualismo, elementos de los que participamos. Nuestra razón no es una razón para desarmar y vencer, sino que desde el reconocimiento de nuestras sinrazones ha de convertirse en invitación.

Hay que restañar la ruptura de la cadena entre conocimiento (o información) con convicción (o criterios) y con comportamiento (o actuación): Anteriormente la realidad era lo que veíamos y vivíamos, hoy es lo que los medios nos cuentan, la información es absolutamente banal, la convicción se reduce a mera opinión, y más que movernos a reaccionar nos vacunan para no hacerlo. Para revertir esta dinámica, de lo primero que debemos tomar conciencia es de que la presencia es más convincente que la verborrea. Por ello, el mensaje de fondo tiene que estar presente y explicitarse en la lucha concreta (sindical, en la de los desahucios, en la de género…), unificándolas a todas. De poco vale el estar contra (algo o alguien) si ese estar en contra no nos saca de nuestra participación en eso.

8. Cómo recuperar la credibilidad: (II) Criterios de comunicación.

Es necesario manejar algunos criterios a la hora de expresarnos:

-Nunca denigraremos ni difamaremos. Se pueden y quizás se deban hacer acusaciones, pero siempre tienen que ser claras y concretas, dejando claro quién las hace y permitiendo que quede lugar para la defensa.

-Somos personas que nos dirigimos a personas, no siglas o bloques sociales que pugnan entre sí. Trabajamos por contenidos, sin entrar en guerras partidistas. Una parte de nuestra tarea es no agrandar esa fragmentación social producida por el juego político. -Nunca damos lecciones, lo que decimos nos lo decimos en primera persona y por extensión, a los y las demás. Somos conscientes de que la mayor participación de otros agentes en la perversidad mundial no nos exime de la nuestra.

-Debemos creernos la libertad de expresión y no enarbolarla sólo cuando nos reprimen. Esto supone asumir riesgos, otorgar permisibilidad a la expresión de ideas que nos nos gustan. Debemos interiorizar que la defensa de la libertad de expresión no es aceptación ni siquiera asociación con el contenido expresado, tiene que ser independiente de la opinión vertida, alejada de gustos o simpatías. Mantengamos la aspiración de convencer frente a la de vencer.


ANEXO para el Debate:

A- Necesidad de medidas reguladoras: Ante la disyuntiva “regulación de la libertad de expresión”, puede existir cierto debate. Por una parte, nuestra forma de entender un mundo más libre y más justo nos lleva a rechazar cualquier tipo de regulación externa. No nos referimos a una regulación auto-aplicada que responde exclusivamente a una educación mínima por la cual, en virtud de no ofender o dañar, limitamos la propia libre expresión.

Pero por otra parte, una libertad expansiva, sin límite fue el campo más propicio para hacer evidente la necesidad de regulación. La libertad de expresión como todo derecho, es limitada, en la medida en que choca con otros derechos o con derechos de otras personas, lo que hace necesaria cierta regulación, interna y externa que tenderá siempre a convertirse en poder separado y autónomo. Poder separado y libertad son términos antitéticos que siempre se mantienen en pugna. En todo caso, esta regulación no tendría nada que ver con la legitimidad que trata de otorgarse el poder para aplicar limitaciones para defendernos de la radicalidad, la obscenidad, etc.

Defender la libertad de expresión pasa por dignificar lo expresado, impidiendo su caída en lo banal y estúpido. La pregunta de Lenin, ¿libertad para qué?, no es estúpida, aunque no podamos aplicárnosla más que a nosotros y nosotras mismas. Un tema mal planteado no puede alcanzar una respuesta acertada. El que se me permita cagarme en el rey (o en Alá o en la CNT) es tan regresivo como el que se me prohíba. Cuando el debate se sitúa en ese terreno no tiene solución. Si nos hemos dejado llevar hasta ahí, cualquier cosa que pase será para mal. 



B. Sobre el principio de autoridad: Nos podemos mover entre concepciones distintas de autoridad. La más negativa es la que otorga a cierta figura la capacidad de emitir juicios que automática y acríticamente se asuman por el resto. Evidentemente, esto choca con la más elemental defensa del pensamiento crítico.

Pero existe otra concepción del principio de autoridad. Hablamos de una autoridad no autoadjudicada, que el resto otorga libremente a determinada figura por reconocer su experiencia o su capacidad. No es razonable dar el mismo peso a cualquier opinión. Tampoco que el hecho de que se reconozca la autoridad de alguien en algo le asigne ciertas prebendas o la extensión de su autoridad a otras esferas de forma injustificada.

“La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sí solo.”

George Orwell, 1984.