ONGI ETORRI

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Reflexión en voz alta


Se me cortó el café con leche que acompañaba la reposada lectura de un diario que encontré en la barra de un bar. En la sección de opinión, una carta al director en la que se relata un desagradable pasaje de un padre con su hijo. Hasta ahí, nada que no pudiera entender. Lo que se me indigestó fue la frase, “No, no soy un refugiado sirio”, con la que se quería dar a entender que el incidente padecido fue muy desagradable e injusto.

En primer lugar, me pareció una frivolidad comparar una mala experiencia como la relatada con la indescriptible situación de miles de personas a quienes no les asisten los derechos más fundamentales y que, precisamente en estas fechas, afrontan un temporal de frío y nieve que ya se está cobrando vidas, según denuncia ACNUR.

Pero además, me pareció leer entre líneas que hay situaciones de dificultad que podemos aceptar para otras personas pero que no son de recibo para “un contribuyente al que le liman religiosamente sus impuestos”, tal y como sigue diciendo la carta.

La normalidad con la que asumimos el sufrimiento de otras personas choca con nuestro estatus de ciudadanía occidental, aunque sepamos que la misma se cimienta en una situación de privilegio que no podría sostenerse sin el enorme desequilibrio mundial que condena a la miseria a la mayor parte de la humanidad.

Es lamentable nuestra falta de compromiso, hablo en primera persona, aquiescencia muy confortable para nuestros gobiernos europeos que no hacen lo que debieran ni en el origen ni en las consecuencias de conflictos como el de Siria. Por ello, es de agradecer a quienes sí se implican, (ejemplos tenemos cernanos y recientes), su pelea por impulsar ciudades de acogida y actitudes personales consecuentes.

Por favor, me disculpe el indignado escritor que con sus letras compuso el caleidoscópico espejo en el que me pude reflejar y me ha llevado a escribir esto, no como una réplica a su carta sino como reflexión en voz alta.

Salud, suerte y acierto para todos y todas.
 
Colectivo Malatextos 26 de enero de 2017

Telediario. El tiempo




Pamplona, 17 de enero, 7´45 horas, el termómetro marca menos dos grados. Nos lo venían anunciando durante bastantes días todos los partes meteorológicos de todos los telediarios de todas las cadenas: se acerca una ola de frío. Tratan de transmitirnos una sensación de que todo está, lo tienen, bajo control. La competencia entre las cadenas hace que ninguna pueda quedarse atrás: si una anuncia frío, la otra, mucho frío; si la una dice que es una ola de frío polar, la otra añade que se trata de una ola de frío polar, siberiana, la muy ladina. Luego nos abrumarán con su competición de imágenes de nevadas, carámbanos y paisanos y paisanas haciendo declaraciones al respecto.
Si una televisión empieza, la otra le hace la ola y a ella se suman todos los medios de comunicación, reducidos a meros replicantes. No parece que dos grados bajo cero en un amanecer de enero en Pamplona sea un frío desmesurado para convertirse en noticia de apertura de informativos, pero…
Pero es que no es solo el frío, nos dicen, está además la sensación de frío, a dos grados bajo cero le corresponde una sensación de ocho o diez, y a menos diez grados la sensación de menos veinte o treinta, y eso es ya otra cosa. La sensación de frió que parecería una cosa subjetiva se convierte en objetiva y medible, haciéndonos a todas un poco más frioleras, pero extendiendo su capacidad de predicción y control, del frío a las sensaciones.
Falla el control de fronteras, que tan bien hemos desarrollado para frenar las olas de emigrantes o para incitar las de turistas. Ante la ola de frío las fronteras, hasta las impermeabilizadas, parecen inoperantes, por más que la ola sea polar y siberiana, o sea, extranjera. Habrá que preparar una sección de los cuerpos de seguridad especializada en olas de frío.
Nos venden el control, unos determinados controles, como sinónimo de seguridad. El que todo esté controlado nos relaja, aunque de paso nos vuelva más frioleros, más adictos y vulnerables ante lo que nos venden como noticia, y un poco más estúpidos, hasta el punto de que pueden vendernos como noticia de primera plana algo tan poco noticioso como el que en invierno haga frío. ¡Qué no pasará con otras noticias de un poco más enjundia!




Colectivo Malatextos, 18 de enero de 2017