ONGI ETORRI

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El timo de la seguridad

Hasta ahora tenía la antena puesta en un programa televisivo de esos que llaman de sociedad, uno que pasó de la Uno a la Sexta, uno que se llamaba Tarde Directo, antes España Directo, un programa que olía a timo, al que por fortuna le han dao el paseo, no por decencia, sino por cuestiones mercantiles.

España Directo, el de la Uno, era un magacín que emitía crónicas de matiz costumbrista, donde se daba cabida a historias triviales con cierto aura de prodigio, territorios retratados por el jubilado que se encuentra una seta de casi medio kilo, o la abuela que vive con casi dieciséis gatos, todo ello aliñado con reportajes culinarios, un recorrido que pretendía hacer patria por las cocinas de provincia, Croquetas de Mar y Empanadillas de Móstoles.

Un programa mediocre en sí, pero inofensivo, pues la toma de testigo por Tarde Directo se fue configurando en poco de la inocencia provinciana a la maldad por doquier, atracos, robos, reyertas y pandillas copando su franja horaria, y en cada corte publicitario, encajándote el anuncio de Securitas Direct, que son unos comerciantes de alarmas a por la presa fácil, personas ingenuas de propensión aprensiva que no ven la jugada del trilero, no hay piedad con el pobre pensionista, al que le calzan de la tarde a la noche un pedazo alarma de cuyo estipendio se va a cagar la perra. Este giro de contenidos en el programa lo había impuesto la pasta del anunciante, domesticar desde la tele es muy sencillo, la tele es como el encantador de perros de la tele, un espejo en la calle del Gato, deformando, para hacernos creer que la realidad es así, que por salir a la calle te expones a ser suceso, que por quedarte en casa te expones a ser suceso, así funciona este periodismo bizarro, secuela de El Caso, semanario que hizo escuela.

Me preocupa que la sociedad demande más seguridad, más control de la población. Que nos condicionen a ello. El diablo nos concede esa seguridad a cambio del alma, nuestra libertad, que ya no apreciamos ni respetamos. Derrochamos energía en proteger nuestra propiedad a cualquier precio, cuando nuestra seguridad peligra por otras amenazas más reales, como la nuclear. Derrochamos energía. Lo de Nimes es sólo un aviso que ya hemos olvidado.

Colectivo Malatextos 22-09-11

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