ONGI ETORRI

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TRANSPARIENCIAS

El candidato por el PSN Roberto Jiménez -ese de quien se te ocurre que habría que beatificar en vida, según vas leyendo su propaganda pre-electoral, con la electoral pasará directamente a la santificación- no tiene ningún problema en mostrar sin tapujos el pastón que percibe del erario público y los ahorrillos de que dispone. Por supuesto, no nos creemos que todo quede ahí, seguramente habrá otros bienes de su disfrute que no estén a su nombre, es seguro que recibe obsequios, es invitado a comilonas, tiene guardaespaldas, coche oficial, móvil gratis,... Siendo así la economía de Robertico, da miedo pensar hasta dónde llegarán las ocultas fortunas de otros políticos cuando este “humilde” y “austero” “socialista” (cuánta comilla) reta a otras formaciones a hacer lo mismo, a sabiendas de que no lo harán.

La cosa es que aun ciñéndonos a lo oficialmente expuesto, para miles de personas en paro y miles de personas en precario, sin techo o sin papeles, la transparencia del señor Jiménez resulta ser un lacerante episodio de ostentación. Pretende Jiménez que agradezcamos el valor que la transparencia tiene, pero en estas condiciones nos puede parecer tan ridículo como valorar la coherencia de un fascista militante o la tenacidad de un pirómano.

Hay que decir que la transparencia preocupa si se cumplen dos condiciones: tener algo que ocultar y tener vergüenza. Cuando se pierde la vergüenza se pierde el miedo. De este modo, hoy en día, se exhiben públicamente hechos vergonzosos tales como las ayudas a la banca, las pensiones vitalicias, los bonus multimillonarios de los banqueros, etc., todo ello contrastado con recortes sociales, reformas laborales y paro. El mismo día que se anuncian grandes beneficios para Telefónica, nos dicen que se van a deshacer de miles de puestos de trabajo. Felipe González no tiene reparos en reconocer sus flirteos con la guerra sucia. Aznar se ratifica en la legitimidad de la Guerra de Irak. Ambos, asalariados de grandes compañías energéticas. Wikileaks ha generado una ingente cascada informativa, poniendo de relieve lo que todo el mundo sospechaba sobre la CIA, el ejército americano, las relaciones diplomáticas, etc.

¿Para qué queremos saber más? Tanto se sabe, tanto se tolera; la información que ayer generaba reacción social, hoy parece ejercer el efecto vacuna para que nos inmunicemos frente a posteriores informaciones todavía más inmundas. Les votamos, nos gastamos los dineros en sus empresas, ahorramos en sus bancos y coreamos sus eslóganes publicitarios. No hay vergüenza, no hay miedo, tan seguros están de que hoy, en nuestra sociedad, la opinión no genera acción.

El navarro Lucio Urtubia puso en jaque a Citibank con sus falsificaciones. Él mismo reconoce que sabía poco de política y de economía pero sabía lo suficiente, que la banca robaba, que era el germen del problema. Años después, miles de datos y de noticias le pueden dar la razón a Lucio pero no hace falta tanta información para saber lo que tenemos que saber, para hacer lo que tenemos que hacer.

Llega el uno de mayo, ¿qué sabemos?, ¿qué vamos a hacer?

Colectivo Malatextos, 19-04-11